Recientemente compré una nueva carpa y muchos nuevos amigos inflables. Habiendo ya experimentado el dormir dentro de una carpa llena de pelotas de playa, el olor, el calor, y esa sensación de placer al inflarlas, montarlas, y desinflarlas o explotarlas una al lado de la otra, decidí volver a hacerlo.
Inflé 10 pelotas de playa de distintos tamaños, diseños, texturas y marcas: 2 x 24″ con paneles (Intex), 2 x 20″ con paneles, 2 x 20″ de Barbie, 2 x 20″ de princesas de Disney, 2 x 16″ deportiva con diseño de voley. Todas Bestway salvo las de Intex. Adicionalmente, inflé una pelota de 20″ con diseño de princesas de Disney que ya había usado en varias sesiones, unas 10 diría. Esta pelota la había sobreinflado ya en reiteradas ocasiones y, al hacerlo nuevamente, aparecieron 2 pérdidas. Las reparé con parches que tenía guardados de otras pelotas de playa -ya que usualmente las reviento cuando se pinchan- y la sobreinflé, por última vez, con una total intención de reventarla antes de que terminara el día.
Llené la carpa con todos mis inflables y me metí en ropa interior a jugar con ellos. Una a una, me fui sentando sobre todas. Las fui estirando y sobreinflando lentamente. Empecé a sudar mucho ya que estamos en pleno verano, y ese día la temperatura rozó los 35° C. Salí de la carpa, tomé agua, me desnudé y volví a entrar. Estaba sudado, literalmente me caían gotas desde la cara. Pero al mismo tiempo estaba tan caliente y exitado que lo único que deseaba era sentir el éxtasis del sexo con inflables dentro de esa reducida y cachonda carpa.
El olor del PVC se mezcló con el olor del sexo y de mi cuerpo desnudo. Empecé a besarlas y lamerlas una por una. Quería impregnarles mis olores, marcarlas, hacerlas mías. Las monté de manera sucia, acabé sobre ellas varias veces. Las presioné contra mi cuerpo, contra mi culo, contra mis partes más privadas. Les hice el amor durante 3 horas, ya que no fue solo sexo salvaje y descontrolado, también las amé, las olí, las besé, las acaricié, las recorrí con mis manos y mi cuerpo. Las presioné con fuerza entre mis piernas, las abracé fuerte, me tiré sobre ellas, me senté con todo mi peso e intenté levemente reventarlas de formas que sabía que no lo harían.
Cuando me sentí lleno, completo, satisfecho podría decirse, guardé la carpa. ¿Qué debía hacer con mis queridos y ahora sucios inflables? Tenían mis olores, mi saliva, mi semen… Solo una cosa tenía en claro, y es que cierta pelota de playa debía reventar. Así que acerqué mi banco de ejercicio, la sobreinflé por última vez y la monté. No quería provocar una explosión ruidosa, no se merecía explotar de esa manera. Después de todo, fuimos amantes durante semanas. La monté suavemente y luego, con todo mi peso y algunos rebotes, hice que se desinflara agresivamente a través de sus pinchaduras, mientras disfrutaba de ese maravilloso sonido que hacen los inflables al desinflarese, “SSSSSSSSS”.
Llegó el turno de decidir sobre mis demás pelotas de playa. Decidí que las dejaría infladas algunas horas más. Todavía necesitaba sexo, hacerles el amor. Mientras montaba a una de ellas como un jinete a su caballo salvaje, accidentalmente provoqué una fuga. La fuga era tan sutil que decidí no sacrificarla. Mi culo y yo ya habíamos tenido demasiada acción, y comencé a sentirme muy cansado, con sueño. Me pregunté si era una buena idea reventarlas en ese estado, y entonces se me ocurrió una idea: solo ejecutaría a las de paneles de colores. Sobreinflé a una de las de 51 cm, la apoyé sobre mi banco de ejercicios y me senté encima mientras pensaba en cómo iba a reventarla. Estaba tan sucio, tan lleno de transpiración seca, que la pelota se me pegaba al culo. Estuve a punto de iniciar unos feroces rebotes mortales, cuando sentí que no debía, que no tenía ni la fuerza ni las ganas de hacerlo.
Video: “Desinflando una pelota de playa a través de una rotura”. Click en la imagen para verlo.
Finalmente me decidí por desinflarlas y guardarlas para otra ocasión. Por supuesto, dejé esta última pelota de 51 cm para algo más de diversión posterior, y desde entonces la uso para mi placer diario. Llegará el día en que no me tolere más y reviente, igual que las miles que han reventado antes.
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